top of page

Un amor con vista al mar


El sonido de las olas jugando entre ellas me despertó, creo que competían para descubrir quién lograba hacer más espuma u ovejitas en el océano, como diría mi papá. Estiro mis manos con la esperanza de sentirte del otro lado de la cama pero no estás; te busco en la orilla, dentro de los corales, entre las palmeras y sigo sin encontrarte.


Miro de reojo el mar casi sin poder abrir bien los ojos, esperaba verte surfeando como acostumbrabas por las mañanas pero aún no te encuentro. Veo tu camisa de botones y tus zapatos elegantes tirados en el suelo así que me quedo un poco más tranquila. No te irías sin tus zapatos. Salgo de la habitación, dejo la cama sin tender y veo al final del pasillo una silueta moviéndose de un lado a otro sujetando un montón de platos. Para mi sorpresa, estabas preparando nuestro desayuno favorito: Panquecas. Me acerco calladita a ti y abrazo tu espalda enorme y tibia, aún tienes granitos de arena pegados en la piel. Te digo que te amo. No respondes y claro que, a veces, no está mal no tener qué decir. Sigues cuestionándote el por qué hacemos esto mientras yo me encargo únicamente de disfrutarte. De tenerte. De darme el lujo de llamarte hogar. Calma. Vida.


Sé muy bien que no puedes ignorar tu otra mitad, esa que te frustra y aun así te ata. Llena de edificios que sobrepasan las nubes, corbatas apretadas al cuello, relojes que indican lo tarde que vas y mujeres que no saben andar ni en sus propios caprichos.


Temes que la naturaleza reclame lo que le pertenece, que llegue así nomás, sin avisar y te ahogue en obligaciones que dejaste sin atender, pero vamos ¿Quién camina por la ciudad cuando puedes entrar de clavado al mar?


Me invade la idea de que te vayas, así que empiezo a prometerte todo lo que quisiera me prometieras algún día. Qué empeño el mío de sentirme amenazada por la soledad como si no tuvieses derecho a irte. En fin, te pido que me mires a los ojos sin esperar que me sostengas la mirada, nunca has sabido verme firme. Y es entonces cuando me siento segura de mí misma.


“Prometo nunca despertarte antes de las 9:00 am, o quizás sí, pero muy de vez en cuando. Abrazarte los miedos, dejarte cenar sin haberte duchado y susurrarte estrellas al oído antes de dormir. Pedirle a la arena que no se caliente demasiado para poder andar despacio, dejar que la brisa me enrede el cabello porque sé que te gusta así y no quitarte la sábana cuando tomemos siesta. Invitar a tus amigos a comer, recorrer la playa en busca de señal para ser quien te conecte con todo aquello que también amas, tu madre por ejemplo. Y demostrarte que aquí lo tienes todo y si quieres más, te lo traigo“. También me da por prometer perdonarte. Perdonarte lo que has hecho, lo que no y lo que estás a punto de hacer aunque sepa muy dentro de mí que dolerá, pero como las cosas cambian, hasta esos errores que estás volviendo a cometer; quizás ya son otros y no lastime tanto.


¿Me amas? Preguntas. Quédate, te digo.


Necesito de tus buenos días al despertar, te los cambio por un amor con vista al mar.


Recent Posts
Archive

© 2016 by Patricia Tenreiro. Lee y sé feliz. 

bottom of page