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Convivencia

“En psicología, los mantras sirven como reafirmación, internalización de conceptos y ayuda a cambiar conductas, sobre todo las relacionadas con las creencias personales y el ego”



Cuando tomé la decisión de vivir con él, nadie me dijo que no vendría incluido con desayuno a la cama todos los días (incluyendo feriados) de panquecas recién hechas con la miel casi desbordando el plato y una mimosa en una copita de cristal.


Y con esto no he venido a declararle la guerra a las parejas, ni ganarme el odio de los recién enamorados. Sino más bien he venido a plantarle cara a la realidad, sin pretensiones de crear un manifiesto con verdades absolutas, pero sí mi verdad.


No es sólo cuestión de darse los buenos días con una sonrisa imperativa o de compartir el mismo vasito donde están los cepillos de dientes. No es un antes y un después, se trata más de un “durante”. La convivencia no es sacrificio, sino más bien un acuerdo donde no siempre estarás de acuerdo, es decir, sí, pero no del todo ¿O ya se empezó a complicar?


El primer mantra que debe acompañarte es que aquí no hay blanco o negro sino más bien un sinfín de matices de grises. Si no es por aquí, puede ser por allá pero un poquito más a la izquierda y no tan rápido. Así las mujeres, estratégicas. Ok, pero vamos. Así los hombres, prácticos.


Uno insiste en que se pueden elegir las batallas, pero es más trabajo propio que intención de cambiar al otro. Sépalo. Convivir con alguien es una de las formas que tiene la vida para mostrarte cómo eres realmente, qué detalles te gustan, por qué no soportas ciertas cosas y cuáles son negociables.


Hay días de días. Unos en los que son el mejor equipo, tú cocinas y yo lavo los platos, tú no tienes ganas de conversar y yo no insisto. Tú ríes y yo me río contigo. Otros en los que no tanto, pero hay un no sé qué dentro de ti que, a pesar de las diferencias, no dudas de haber elegido bien.


Empiezas a ver a la otra persona con otros ojos. La brecha entre su intimidad y tú, comienza a estrecharse cada vez más. Y cómo no, si le conoces sus miedos, sus detonantes, sus sueños y sus vicios. Ya no hay timidez en desnudarte frente a él y no estoy hablando de ropa.


Sientes la necesidad, por no decir obligación, de decir lo que piensas. Te importa que conozca tus sentimientos, pues no hacerlo puede condenarte a no sentir como hogar tu propia casa. Y ese precio, créeme, es muy alto.


En eso sí que se parece el amor a la energía, se transforma. El gran desafío está en tener la madurez de saber que cambió, pero sigue allí. Que hacer el amor en cualquier lugar de la casa ya no parece tan buena idea como antes, que quizás el simple hecho de que te reciba con dos copas de vino después de haber tenido un mal día de trabajo adquiera un poquito más de valor.


No me malinterpreten, con esto no me refiero a incentivar la dejadez. A todos nos gusta que nos mimen. Segundo mantra: No me descuides, aunque ya me tengas. Aplica en doble vía, porque el enamoramiento dura apenas un ratico, pero si le pones ganas, el amor toda la vida.


Debes aferrarte aún más fuerte de las raíces, de esos momentos que te hacen agradecer haber coincidido entre tantas personas, de los debates que ocurren justo antes de dormir que te hacen reflexionar, de los consejos que te da sobre cómo lidiar con tus padres sin esperar retribución, de los abrazos que secan lágrimas.


Y no encariñarse tanto de las flores, de la piel perfecta sin estrías, de las curvas que en un abrir y cerrar de ojos se convierten en líneas rectas. Por si no has entendido, los pétalos se caen y las raíces, como quien no quiere la cosa, se incrustan más en la tierra. En tu tierra.


Porque así somos las personas. Tercer y último mantra, con la vejez nos convertimos más en lo que ya éramos y debemos aprender a aceptar lo que somos, sin peros ni decepciones. Uno hace lo que puede y no siempre como debería. Y está bien, porque las expectativas no saben de adivinanzas, pero sí la complicidad.


Como dije al principio, cada quien decide con qué acuerdo puede no estar de acuerdo. Al final, la recompensa de estar con esa persona que sabe ponerle el "extra" a lo ordinario es y será mucho más grande que tener la razón.


Hace unos años me dijeron una frase que hoy me tomo el atrevimiento de parafrasear y decía algo así: “Mi vida es una fiesta todos los días. Si vienes, serás mi invitado de honor, si no, la fiesta sigue”.


Porque es bonito elegirse en libertad.

Porque la música no parará de sonar.

Porque en esta vida y las demás, querré que bailes conmigo.

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