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Votos de amor



Llegó el día. El que tanto soñamos de pequeñas. Caminar vestida de blanco mientras la melodía del piano mueve hasta la célula más dormilona de nuestro cuerpo y los vitrales hacen con los colores lo que les da la gana. Resulta lindo, no tiene por qué ensayar, se les da bien la espontaneidad.


Nunca había sentido tantos ojos sobre mí. Como si el mundo, por una milésima de segundo, hubiese dejado de girar sólo para darle espacio al rito que estaba por iniciar. Piel erizada, tobillos dudosos, lágrimas a punto de desbordarse. Quisiera encapsular este momento por siempre.


- Prometo serte fiel, amarte, cuidarte y respetarte, en lo bueno y en lo malo, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida….


En cuanto estas palabras salieron de mi pecho, un sentimiento insaciable me abordó. Estaba reclamándole al lenguaje todos los años de su existencia como si no hubiesen sido suficientes. No habían palabras acertadas que pudieran describir lo que sentía. La hoja de papel donde estaba escrito mi juramento se sentía diminuta ¿Cómo se explica?


Lo único que necesitaba era que mis ojos coincidieran con los tuyos y allí entenderías.


Así que decidí volver a empezar, aun sabiendo que no me alcanzaría el tiempo.


- “Prometo acompañarte en tus tormentas y retarte cada vez que creas que no puedas más, conocer todos tus defectos y abandonar la necesidad de corregirte, mecer en un columpio tus heridas hasta que el vértigo les haga reír, encontrarle lo gracioso a tus chistes, aunque me los sepa de memoria, medir mis impulsos y elegir ser siempre mejor que la situación que nos envuelva.


Prometo enseñarle a todo aquel con quien me cruce, lo que he aprendido de ti. Porque no existe alguien que merezca irse de esta vida sin haberte conocido”.


Dos minutos de silencio bastaron para cuestionar si los votos de amor eran para él o para ti, quizás una mezcla de ambos. Y así fue como de pronto me encontraba leyéndole promesas de amor eterno al primer amor de mi vida.


Hoy me entrego a los brazos de un hombre con el que nunca tendrás que competir por ser mejor.


Adiós papá, gracias por enseñarme a hacer castillos de arena.


Hola mi amor ¿construimos el nuestro?


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