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Mis sagradas uvas


Se acerca el 31 de diciembre y no puedo evitar hablar del tema. Siempre escucho a los mayores decir “Este año pasó volando”, y no sé si estoy creciendo o de verdad este año se pasó rapidísimo. Lo que más me gusta es el corre-corre de la gente comprando el vino a última hora y decorando la mesa kilométrica para que quepa toda la familia, cosa que nunca he entendido porque de todos modos no podrás hablar con el que esté en la otra esquina. Supongo que algún día se darán cuenta.


Algunos recorren calles enteras con maletas, otros gastan sus ahorros en fuegos artificiales. Incluso muchas nos cortamos el pelo creyendo que ese don de tomar malas decisiones se esconde en las puntitas y con una tijera nos desharemos de él. Pero mi superstición favorita de año nuevo, sin duda, son las doce campanadas acompañadas de las uvas. Fácil: por cada una que comas, pides un deseo; el truco está en no ahogarte a la tercera.


Como me gusta tener todo bajo control o aparentar tenerlo, siempre he anotado mis deseos en una hojita para no dejar pasar ninguno. Dos uvitas se las dedico a la salud, intercaladas para no sonar insistente, pero lo suficientemente juntas para que no se le olvide a la vida ser un regalo más bajo el arbolito.


Una va por mis miedos, para que cada vez sean más ligeros. Otra por los que están en el cielo, ligando porque exista ese lugar del que todos hablamos y estén allí, celebrando nuestros éxitos y brindando por nosotros. Que nos puedan ver, escuchar cuando les hablamos y reír cuando les lloramos.


Por la fuerza de voluntad, porque más que poder es el tener ganas. Pero ganas en en serio, sin sabotajes ni guiñadas de ojo. Para cumplir mis metas comenzando por las inalcanzables y llegando hasta las más pequeñitas: aprender a decir que no, por ejemplo. A estas prefiero llamarlas pequeñas victorias cotidianas.


También pido por nuevas aventuras, por nuevos retos, por visitar lugares distintos para ver cómo atardece en ellos. Conocer personas apostando por la magia de coincidir y lo bonito de querer quedarse.


No sé realmente qué quiero para este año o mas bien es que quiero tanto que no logro ponerle prioridad a cada cosa. Qué más da, me sobran días para decidir y aún me quedan seis uvas.


Gracias 2017, por las risas y los malos sabores, los encuentros y despedidas, por las fiestas y las siestas, gracias por los amaneceres y puestas de sol. Gracias.


No lo puedo negar, fue bonito mientras me conformé, pero ahora quiero más.


Y voy por más.


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© 2016 by Patricia Tenreiro. Lee y sé feliz. 

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