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Me enamoré de una mujer complicada


Y digo complicada por no decir indescifrable. De esas mujeres que no necesitaba mis buenos días para levantarse en la mañana a preparar café, pero que si por casualidades de la vida me apetecía hacerlo, sonreiría las próximas tres horas. Era de esas que siempre tenía la razón porque aunque no la tuviese, encontraría la manera.


De las mujeres increíbles que podría mostrarse sexy, casi invencible, vestida de encaje y a la vez vulnerable durmiendo en mi pecho sin maquillaje. Con risa contagiosa y regaños constantes. De labios irresistibles y ojos claros que sólo le brillaban al decir mi nombre.


Lo tenía todo claro y no había forma de hacerla cambiar. Ella sabía lo que quería, apostaba por ella sin esperar primero aceptación. Impulsiva, dominante, “bien jodida” como la describía mi padre. Detallista como nadie pero a la vez sencilla. Sin apariencias, sin trucos bajo la manga. Simplemente ella.


Tenía sus debilidades como cualquier niña e incontables virtudes como toda mujer. Puntual. Impaciente. Caprichosa. Comprensiva. Imprudente. Todo en uno, como de esos jugos de frutas.


Pero lo que realmente me enamoró fue su manera de empaparme el alma. Me amaba a fuego lento y si me descuidaba, ardía. Le gustaba ser libre pero entre dientes siempre prefería sentirse mía.


Lo que pasa es que ella era un poco maniática. Perfeccionista. Quería arreglarme el cuarto, la agenda, la vida. Y no, qué empeño el de uno queriendo acelerar el paso. Que muy dentro de mí sé que ella es mi destino, pero si voy a jugar con el tiempo de lo primero que me encargaré es que esté en mi equipo.


Y si pudiera hablarle a la vida le hubiese pedido que se tardase unos añitos más en presentármela. Para tantear, tú sabes. Besar otras bocas y siempre querer volver a ella. Para equivocarme sin arrastrar a nadie. Para amarla mejor, nunca más, pero sí mejor.


Me enamoré de una mujer complicada. Porque la amaba, pero no podía tenerla y no sé cambiar de opinión después de aplaudir mis decisiones estúpidas.


Porque en ese preciso momento, ya había decidido que era demasiado complicado.


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© 2016 by Patricia Tenreiro. Lee y sé feliz. 

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