top of page

Herido diario:


Hoy te escribo como siempre lo he hecho, sin pensar demasiado qué decir porque sé que contigo no tengo que meditar mis impulsos. Te escribo sin borrones ni tachaduras, me sale tan natural las palabras como si no pudiesen estar un segundo más dentro de mí.


He releído las páginas anteriores (cosa que nunca había hecho) y he encontrado un patrón que se repite una y otra vez: Siempre te busco cuando se me desbordan las lágrimas, tal cual lo haría con mi padre. Quizás porque es la única manera que he encontrado de salvarme un poquito la vida o para que cuando haya pasado el tiempo, leerte y reírme sobre lo ridícula que me siento al tener un diario a los 22 años.


Leyendo entre líneas se me ha puesto el corazón como un granito de arroz al recordar esas cosas que una vez dolieron y no pude evitar. Como esa vez que mi hermana decidió irse del país y me sentí tan sola que dormí en casa de mi mejor amiga al menos por 3 meses. Aún no logro distinguir qué me costó más, si acostumbrarme a contar mis secretos por teléfono o aprender a maquillarme sin su ayuda.


O como cuando no me aceptaron en mi primera entrevista de trabajo, o ese horrible día en el que mi ex novio me atravesó el pecho con el clásico y nocivo “Tenemos que hablar” y le lloré dos vidas. También recuerdo haberte escrito cuando mi abuelo murió de cáncer y llené páginas enteras diciéndote cuánto dolía verle la cara a mi madre sintiendo que se le desvanecía el alma. Y cómo no, nunca se está preparado para dejar ir a un gran amor.


Pero hoy, tomándome un café en mi balcón (mi sagradísimo balcón), he caído en cuenta que mi vida no es así como te la he descrito, lo juro. Sólo que no te he contado sobre la otra vista del avión, quizás por esa mala costumbre que tenemos, o mejor dicho, que tengo, de asumir que las cosas deben salir bien por naturaleza. Porque sí, porque soy una buena persona y así debería ser la vida con las buenas personas. Y es por esta simple razón que hoy vuelvo a ti, para pedirte perdón. Porque nunca es tarde para reconciliarse con el pasado. Perdóname por no contarte sobre ese viaje a la playa, de esa vez que me dejaron flores en la puerta de mi casa y por no contarte sobre mis amigos. Por no detenerme, de vez en cuando, a apreciar.


Perdón, voy por un diario nuevo.


Recent Posts
Archive

© 2016 by Patricia Tenreiro. Lee y sé feliz. 

bottom of page